jueves, 23 de diciembre de 2010

Segundo capitulo

Eran las 11 de la noche y Atocha estaba muy tranquila, la verdad es que nunca la había visto tan tranquila, parecía una estación fantasma. Me acerque a la ventanilla del Ave donde con el carnet falso y el dinero que mi madre me había dejado en el sobre saque unn billete hacía Barcelona que salía el día siguiente a las cinco de la mañana ya que no había ninguno que saliera antes. Despues de sacar el billete decidí salir a dar una vuelta, no podía volver a mi casa eso estaba claro asique tendría que quedarme allí a dormir hasta el día siguiente aunque la verdad no me preocupaba mucho porque no creía que pudiera dormir.
Me parecía mentira que solo hubieran pasado quince horas desde que estube en clase del señor Flecher, primero la ruptura con Álex y luego la muerte de mi madre la cual todabía no terminaba de creerme habían hecho de aquel día el mas largo y duro de toda mi vida.
Entre a un chino y me compre un Sandwich de queso por si me entraba hambre, y despues, me dirgí hacia el parque del retiro, mi lugar favorito despues del Sturbuck. El retiro era el lugar donde posiblemente había pasado los mejores momentos de mi vida. Allí aprendí a montar en bici, allí fué donde Álex me dió nuestro primer beso y allí era donde mi madre me llevaba el día de mi cumpleaños. Todos los años mi madre compraba una tarta, hacía la comida y nos ibamos allí a sentarnos en la hierba y a mirar al cielo, puede parecer un rollo pero para mí eran los mejores cumpleaños. Era. Pasado. Hablaba en pasado, ya nunca más pasaría un cumpleaños en el retiro con mi madre, el destino me la había quitado.

viernes, 29 de octubre de 2010

Primer capitulo.

Era noche cerrada, ellos se acercaban cada vez más y sabía que en cualquier momento estarían aquí, no se podía hacer nada por remediarlo, ya no. Llegaron con un objetivo fijo y no se detuvieron hasta que no consiguieron llegar hasta él. Él, que tanto había luchado, él, que nunca pensó que ese día pudiese llegar, se oponía a dejarse vencer sin antes luchar, pero sabía, igual que todos que ya no podía hacer nada.
Agacho la cabeza y se dejo llevar sin oponer resistencia, después me miró, y yo le miré, sus ojos eran verdes y en ese instante lo único que dejaban ver era miedo y desesperación, pero yo veía algo más, algo que no sabía lo que era, algo familiar... y en ese momento el dijo algo: Ayúdame.

Me levanté sobresaltada, todavía recordaba esos ojos verdes que acababa de ver y que me resultaban tan  familires. El problema era que no sabía porque y ese no era el momento de averiguarlo.El maldito despertador de Agata Ruíz de la Prada que me habían regalado por mi decimosexto cumpleaños no había sonado y llegaba tarde al instituto.
Me puse mis vaqueros preferidos, un jersey verde de cuello vuelto y las converse  marrones , y me dirigí a la cocina para prepararme en desayuno. Me sorprendió ver a mi madre todavía allí, se suponía que tenía que estar en el trabajo.
-Mamá, ¿Qué haces aquí todavía?- Le pregunté -¿hoy no tienes que ir a trabajar?
Mi madre levanto la cabeza y me miró, la verdad es que tenía mala cara y parecía como si no hubiera dormido nada.
-No, es que no me encuentro muy bien, hoy no creo que vaya.
-Ah. ¿Quieres que me quede contigo?
La verdad es que por no ir un día al instituto no me iba a pasar nada, y estaba bastante preocupada, mi madre era una mujer fuerte de esas que solo van una vez cada cuatro años al médico y solo para hacerse una revisión, además a mi madre no le gustaba faltar al trabajo a no ser que fuera por una causa de vida o muerte. Aunque yo la verdad no entendía porque, ya que se pasaba ocho horas sin parar atendiendo llamadas y llevando café a su jefe, el cual, se dedicaba a hacerle la vida imposible. Muchas veces le había preguntado porque seguía allí, y ella se limitaba a contestarme que necesitamobamos el dinero y allí le pagaban muy bien.
Mi madre levanto la cabeza y sonrió.
-No tranquíla cariño, es solo un dolor de cabeza, se me pasará.
Lo dijo bastante convencida, y aunque no me quede tranquila cogí la mochila, le dí un beso a mi madre , y salí corriendo. Tenía cinco minutos y veinte segundos exactamente para llegar al instituto.

Cuando llegué, el conserje estaba cerrando las puertas y tuve que poner una de mis mejores sonrisas para que me dejara pasar, entré y corrí al edificio "A" donde tenía mi primera clase de lunes a primera hora con el señor Flecher. El señor Flecher es de esos hombres que parece que no ha hecho nada divertido en toda su vida, y que utiliza a sus alumnos como esparlings para desahogarse cuando tiene algún problema, sus clases de historia son un muermo total y más un lunes a primera hora.
Llegué a la puerta del aula y después de tocar dos veces con el puño abrí la puerta.
-¿Se puede?
Él señor Flecher estaba sentado es su silla y tenía cara de pocos amigos. Había hecho algo que a él le gustaba muy poco, interrumpir uno de sus discursos sobre la guerra civil española, así que sabía que habría repercusiones.
-Adelante señorita Sullivan, se queda usted de pie al fondo de la clase.
Estupendo, lunes primera hora y encima me tenía que quedar de pie. Yo creo que no podía haber empezado mejor la semana.
Me dispuse a escuchar el resto de discurso del señor Flecher pero algo me distrajo. Mi amiga Lucy, que estaba sentada en la segunda fila estaba señalando el sitio donde yo normalmente me sentaba. Miré y me sorprendió ver a un chico nuevo sentado en el pupitre que estaba al lado del mio. Solo podía verle la espalda y el pelo, pero era suficiente para saber que aquel chico no era como cualquier otro. Su postura erguida y sus musculos denotaban su fuerte personalidad y su fuerza, el pelo despeinado le daba un aspecto rebelde y su ropa, toda oscura le daba un toque de misterio. Aquel chico me atraía de una forma descomunal, me pase toda la hora intentando verle la cara. No podía pensar en otra cosa que no fuese él y sentí que me moría cuando sono el timbre, y sin darme tiempo a tan siquiera mirarle cojió su mochila y se fué.
Me acerque hasta Lucy,
-Pensaba que me moría.
-Y yo, prometeme que la próxima vez que tengamos historia me vas a empujar por la ventana para no volver a pasar otra vez por esta tortura.
-Ah no Luci, por que entonces ¿quien me empuja ami? y no estoy dispuesta a pasar por esto sola así que lo siento pero te quedan muchas clases de historia por delante, y no vale suicidarse, eso es trampa.
Las dos nos pusimos a reír, eramos los únicas que nos podíamos sacar una sonrisa en los momentos dificiles y por eso nos queríamos.
Luci tenía mi edad y siempre habíamos estado juntas. Me acuerdo la primera vez que nos vimos, teníamos tres años y acabábamos de entrar a la guardería, yo estaba muy triste porque era la primera vez que me separaba de mi madre y ella, que era mas fuerte y no derramó ni una sola lágrima se acerco ami, me miró con sus ojos color miel y me dijo que me dejaba su muñeca si dejaba de llorar, asique deje de llorar y estuvimos jugando juntas todo el primer día de curso. Desde entonces hemos sido inseparables y esperaba que nadie nos separara nunca. No sabía lo equivocada que estaba.  
Las dos siguientes horas se me pasaron mas rápido, había tenido matemáticas y física y química que eran las dos asignaturas que mas me gustaban, pero cuando estaba saliendo de clase tropecé con la persona que menos quería ver ese día, Alex.
Alex era mi actual novio, pero por poco tiempo. Llevábamos saliendo cinco meses y habíamos pasado por muchas rupturas y reconciliaciones, la última la noche anterior ya que le había encontrado morreandose con otra. No habíamos roto definitivamente
-Hola Claudia.
-Hola.
Nos quedamos los dos callados, ninguno sabía que decir ni por donde empezar, yo quería cortar y él...
-Perdóname.- Él estaba visto que no quería. - Lo siento mucho Claudia, he sido un imbécil lo se pero yo te quiero a ti. Por favor dame una última oportunidad, esta noche.
Yo no sabía que decir, bueno si lo sabía pero aquel no era el momento ni el lugar para cortar con él. Le daría una última oportunidad, y si no se acabaría todo.
-Está bien, esta noche quedamos en la puerta del Starbucks a las ocho.
Alex sonrió y me dio un beso en los labios.
-Te quiero- Me dijo, y se fué.

Llegué a mi casa corriendo, quería ver como estaba mi madre y que tal había pasado la mañana. Para mi sorpresa se encontraba perfectamente estaba tan guapa como siempre, porque mi madre era muy guapa. Tenía unos ojos azules como el mar, el pelo moreno y largo que le caía en forma de ondas por su rostro amable y delicado y un cuerpo esbelto. Podría haber sido una gran modelo pero ella siempre había dicho que no le gustaba pasar hambre. Se había quitado el pijama y vestía unos jeans negros, un suéter azul que combinaba perfectamente con sus ojos y la llave.
La llave era un colgante que siempre llevaba puesto, nunca la había visto sin él y me había hecho prometerla que cuando ella muriera yo lo heredaría y lo llevaría puesto hasta que muriera y se lo diera a mi hija. No entendía que significado tenia aquella llave ni porque era tan importante pero podía ver en los ojos de mi madre que para ella si era importante, asi que se lo prometí.
-!Hola, mamá! veo que ya te encuentras mejor.
Mi madre sonrió
-Si, ya te dije que era solo un dolor de cabeza. ¿Qué tal el instituto?
-Bueno bien, me e encontrado con Álex. Hemos quedado esta tarde.
Mi madre puso cara de preocupación, sabía todo lo de Álex y que habíamos discutido porque me había pasado toda la noche llorando.
-Cariño, tu eres lista, no permitas que te haga mas daño.
Estaba realmente preocupada, mi madre había pasado muchas veces por lo mismo con sus novios y siempre había acabado mal. No quería que amí me pasara lo mismo
-No te preocupes estaré bien, pero necesito hablar con él una última vez.
-Ésta bien, pero no te dejes engañar, no seas tan tonta como tu madre.
Se acercó y me dio un beso, después me fui a mi habitación, tenía una pila de deberes que hacer antes de enfrentarme a él, lo que no sabía, es que al terminar el día él sería la menor de mis preocupaciones.

Estaba frente al espejo, me había recojido el pelo en una coleta y solo me había pintado un poco los ojos y los labios. En mis ojos azules se podía apreciar de todo menos decisión, que justamente era lo que necesitaba para terminar con Álex. Salí de mi casa y me dirigí hacia el Starbucks donde habíamos quedado, le había dicho de quedar allí porque para mi, era como mi segunda casa y me sentía protegida. Además sería mucho mas fácil cortar con él con un café y un delicioso muffin de chocolate en las manos.
La calle Álcala estaba tan llena de gente como siempre, aunque pude distinguir perfectamente a Álex en la puerta del Starbucks. Su pelo rubio combinaba perfectamente con sus ojos color miel, llevaba puesta una chaqueta de cuero, unos vaqueros y sus nikes preferidas. Decía que le daban suerte.
-Hola, perdona por el retraso.
-Tranquila, solo llevo aquí cinco minutos.
Álex se acerco a mi dispuesto a darme un beso, pero yo retire la cara.
-¿Éstas bien?- Me preguntó
Yo le sonreí con nerviosismo
-Claro. Entremos.
Nos pusimos en la cola sin decir nada hasta que nos atendieron y subimos a la primera planta para tener algo de intimidad.
-Bien, empieza cuando quieras- Dije, le daría por lo menos la oportunidad de explicarse.
-Ya te lo dije todo anoche, estuve bebiendo y se me fué de las manos.- Parecía verdaderamente disgustado, pero ami no me engañaba.
-Si  me quisieras tanto como dices, no lo hubieras hecho.
Él se quedo callado, no sabía que decir y ami, la verdad, no me importaba mucho porque dijera lo que dijese ya no le serviría de nada.
-Claudia, te juro que no quería, fué ella la que me estaba buscando ami y uno no es de piedra. Porfavor, perdóname, hemos pasado muchas cosas juntos, cosas mucho peores, y siempre hemos salido adelante.
Su rostro mostraba desesperación, pero no podía dejar que me engañase otra vez. Desde que empezamos a salir, siempre había sido su títere, y era hora de cortar las cuerdas.
-Sabes que me gustas mucho, y llegará el día en que pueda perdonarte y seamos amigos, pero ahora no puedo. Desde que empezamos a salir no hemos hecho mas que discutir y discutir, está claro que no hemos nacido para estar juntos- mientras hablaba no podía evitar que se me cayeran las lágrimas, lo cierto es que, aunque no lo quisiera admitir, estaba perdidamente enamorada de él- Lo siento Álex, te prometo que lo e intentado, pero no puedo permitir que me hagas mas daño. Hemos terminado.
Y dicho esto me levanté, cogí mi abrigo, y salí a la calle con las lágrimas cayendo por mis ojos. La fría noche me recogió entre sus brazos y yo me deje acunar. Paseé por las calles de Madrid hasta que no me quedo una lágrima y volví a casa dispuesta a meterme en la cama y sumirme en un profundo sueño lejos de la realidad, pero la realidad no me iba a dejar escapar tan fácilmente y al abrir la puerta de mi casa me encontré otra vez con ella. Mi madre yacía en el suelo del salón cubierta de sangre, corrí hasta llegar a ella y la cogí entre mis brazos. Las lágrimas que pensé ya se me habían acabado empezaron a brotar nuevamente.
-¡MÁMA!- Gritaba una y otra vez pero ella parecía no oírme, los latidos de su corazón eran prácticamente nulos y, aunque no lo quería reconocer, sabía que en cualquier momento esos latidos se apagarían para siempre.
Yo seguía gritando, no sabía que hacer y de repente ella abrió los ojos y me habló.
-Nos han encontrado.- Su voz era apenas  un susurro y sabía que estaba haciendo un gran esfuerzo por hablar.- Tienes que irte de aquí de inmediato. Coge el sobre que hay en el segundo cajón de mi mesilla y haz lo que pone en él.
-No mamá, no te voy a dejar sola aquí, tengo que llamar a una ambulancia.
Ella sonrío y con su último aliento me dijo:
-Yo ya no estoy aquí. No te olvides del colgante. Te quiero Claudia.
Y cerró los ojos para siempre.
No se si estuve media hora, cinco horas o un día entero mirando su rostro pálido y sin vida. Ya no podía ni gritar y hablar, definitivmente se me habían acabado las lágrimas y sentía que si me levantaba me caería y me rompería la cabeza contra el suelo, que sinceramente era lo que mas me apetecía en ese momento.
Sin embargo me levanté y fui a coger la carta que mi madre me había dicho.
En la carta había dinero, un carnet falso donde ponía que yo tenía 18 años y una dirección escrita con la delicada letra de mi madre:

Calle de París número 4
(Barcelona)

Nose porque lo hice, ni en que pensaba en aquellos momentos, pero cogí mi mochila de Roxy, metí lo imprescindible y me puse la chaqueta. Después me acerque al cuerpo sin vida de mi madre cogí el la llave y me la colgué del cuello, por último le dí un beso a mi madre y salí por la puerta dirección a Barcelona.